viernes, 13 de mayo de 2016

Lago Banolas





Es un lago “extraño” el de Bañolas, en cuyas aguas han desaparecido barcos, personas e incluso un avión militar ruso en plena Guerra Civil Española, un lago que avisa de que habrá un terremoto pronto con una bajada brusca de sus aguas y en el que se dice que vive, como en el lago Ness, un monstruo de grandes dimensiones. Además,si atraviesas el lago en calma en una noche de verano,es fácil que oigas el melancólico sonido de las campanas de la Iglesia de Porqueres,engullida por las aguas
Nos remontamos a las postrimerías del lejano siglo VIII. Una bestia de terribles dimensiones había encontrado cobijo en una profunda caverna a orillas del lago de Banyoles, en Gerona. Al animal se le describe como poseedor de una gruesa piel de escamas provista de afiladas púas en la espina dorsal y con grandes alas aunque –debido a su gran peso – le era imposible volar. Sólo podía caminar con sus enormes patas y, al hacerlo, la tierra retumbaba a su paso.
Situado en el término municipal de Bañolas, se calcula que este enigmático enclave se formó hace 250.000 años debido a la formación de los Pirineos con un nivel de agua 8 metros superior al actual. El lago se alimenta de aguas subterráneas y de el salen de 4 a 6 acequias que fluyen constantemente.

Un extraño monstruo

Josep Guijarro, divulgador catalán, describe así en forma de cuento al monstruo en el libro “Guía de la Cataluña Mágica“:

“En las postrimerías del siglo VIII, una bestia de terribles dimensiones se había cobijado a orillas del lago de Banyoles, aprovechándose de una caverna de gran profundidad. El monstruo, que era el último descendiente de la bestias prehistóricas que habían habitado la comarca, tenía un aspecto terrible.

Tenía el cuerpo recubierto de una gruesa piel de escamas provista de afiladas púas que lo hacían invulnerable a las garras y a las ballestas. A pesar de sus grandes alas, su descomunal peso no le permitía alzar el vuelo, solo podía caminar con sus pesadas patas, enormes como las columnas de un templo antiguo, y, al caminar, la tierra temblaba como si fuera a quebrarse de un momento a otro.

Sus ojos desprendían lenguas de fuego, y su aliento era tan pestilente que un soplido era capaz de secar las plantas, envenenar las fuentes, apestar los campos y contagiar las enfermedades más horribles a personas y animales.

Según los testimonios, era una fiera con un apetito voraz; si por desgracia un rebaño se cruzaba en su camino, a buen seguro que daba buena cuenta de los infortunados animales. El pánico, aquella paranoia tan medieval, planeaba sobre Bañolas y sus alededores.




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