Algo homogénea, la margen norte sólo presenta bahías y playas atractivas en las cercanías del río Unión. Su gran belleza y los estupendos bosques de Nothofagus que la rodean la transforman en la preferida de los turistas.
Menos transitada, la margen sur resulta más montañosa y heterogénea. Allí existen bahías y pedreros con veriles profundos, donde desembocan varios arroyos que nacen en el límite cordillerano, como el Blanco, La Fragua y Flores (buenos pesqueros de truchas con aguas altas y frías).
Con el apoyo de una embarcación se puede realizar una exploración más profunda, y llegar a pesqueros que demandarían un gran esfuerzo caminando por la costa. Entre ellos sobresalen los pedreros
Tiene una superficie aproximada de 8.150 hectáreas y ocupa un valle rodeado de hermosos paisajes de bosques de lengas y otras fagáceas. A diferencia de otros lagos de la región, no está protegido por parques nacionales, siendo la mayor parte de sus costas de propiedad privada. No obstante, su paisaje no se ha visto modificado sustancialmente por la ocupación humana. La población en sus alrededores no supera los 40 habitantes. Recibe turistas en verano y otoño, generalmente dedicados a la pesca de salmónidos, en pequeñas cantidades.
Pertenece a la cuenca del río Senguerr, que anteriormente desaguaba en el océano Atlántico a través del río Chubut, pero que actualmente es una cuenca endorreica, y desagua en los lagos Colhué Huapi y Musters.
En este rincón de la provincia de Chubut se encuentran dos grandes lagos, Fontana y La Plata, unidos por un pequeño río, el Unión. Nuestra meta: dar la vuelta, caminando, al lago La Plata. El punto de encuentro fue Alto Río Senguer, en la estepa patagónica. Sin auto propio no fue sencillo llegar ya que no hay servicios de bus todos los días (y cuando hay es necesario hacer trasbordo). Con nuestro guía, Pablo, viajamos de Esquel a “La Laurita” (una estación de servicio abandonada a 40 km de Senguer) donde luego nos recogieron. El micro siguió hacia Comodoro Rivadavia y nos dejó en medio de la nada bajo un infinito manto de estrellas. El sonido del motor se hizo cada vez más lejano hasta que un profundo silencio se adueñó de una noche patagónica sin viento.
Al día siguiente compramos víveres y recorrimos el pueblo y el río Senguer. Este río (que nace en el lago Fontana y desemboca en el Colhué Huapi) corre cerca del casco urbano. No es muy profundo pero su caudal aumenta con los deshielos. El pueblo está en la margen norte y su nombre deriva de una voz tehuelche que significa “paso del río” aunque a principios del siglo XX se lo conocía como Paso Schultz. La primera Comisión de Fomento se creó en abril de 1943 por iniciativa de un pionero aviador, Casimiro Slapeliz.
A pesar de tener 2000 habitantes, tres hoteles-restaurantes (única opción para comer algo afuera) y más de 50 comercios (aunque cueste encontrarlos) se ve poco movimiento en la calle. El ripio amarillento contrasta con el cielo azul y con los verdes e innumerables álamos plantados. El clima es seco y cuando se levanta viento una gran nube de polvo se apodera del pueblo. Los veranos son ardientes y los inviernos crudos aunque desde la llegada del gas natural (hace poco más de dos años) son más llevaderos. Tanto la avenida como la plaza principal se llaman San Martín y esta última es llamativa porque tiene tantos álamos, uno al lado del otro, que semeja una verde fortificación. A pocos metros se levanta un gran monumento con dos caballos y un indígena. Son Gato y Mancha que en 1925 realizaron una de las mayores hazañas equinas del mundo: recorrieron 21.500 km uniendo Buenos Aires y Nueva York en 3 años, 4 meses y 6 días. El jinete fue Aimé Tschiffeli, un suizo que quería demostrar la fortaleza de la raza criolla. Luego de la proeza los equinos vivieron mucho más y hoy pueden verse embalsamados en el Museo de Luján.
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